
Los efectos de la represión alcanzaron zonas residenciales, afectando a familias con niños y adultos mayores.
“¡Mi bebé se está asfixiando, necesito una ambulancia!”, gritó una madre desde la ventana de su vivienda en Otavalo, mientras militares y policías lanzaban bombas lacrimógenas en el sector.
La mujer, entre sollozos, pedía auxilio a los uniformados que se encontraban en la calle, pero no obtuvo respuesta inmediata de los servicios de emergencia.
Según vecinos, los gases se extendieron hacia zonas residenciales, provocando que varias familias -entre ellas adultos mayores y niños- tuvieran dificultades para respirar dentro de sus casas.
“El bebé se está asfixiando, llamen rápido a una ambulancia”, insistía la madre mientras el humo cubría su vivienda.
Testigos denunciaron que la fuerza pública lanzó los gases sin tomar en cuenta la presencia de civiles fuera del perímetro de protesta.
“No contestan, necesitamos una ambulancia, sirvan para algo, un bebé está aquí… eso es lo que provocan”, se escucha en uno de los videos grabados por moradores, en el que la madre suplica a los uniformados que se retiren.
El hecho refleja el impacto humano de la represión ejercida en el marco del paro nacional, donde los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden han dejado no solo heridos, sino también graves afectaciones en familias que no participan directamente en las protestas.
Daniela Fonseca
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