
Katherine Herrera, investigadora en seguridad y defensa nacional advierte que, sin un modelo de gestión penitenciaria, la nueva cárcel podría replicar las fallas del sistema. “Se está trasladando el problema”, afirma.
El reciente traslado masivo de personas privadas de libertad hacia la denominada Cárcel del Encuentro, ubicada en Santa Elena, se presenta como una medida de “mano dura” del Gobierno frente a la crisis carcelaria. Sin embargo, la experta en seguridad y defensa nacional Katherine Herrera advierte que esta acción no responde a una estrategia técnica ni estructural, sino que forma parte de una lógica de “populismo punitivo” que busca proyectar control sin resolver las causas de fondo.
La especialista recuerda que la crisis penitenciaria en Ecuador no es nueva. Desde 2021, el país ha atravesado múltiples masacres y episodios de violencia que, según ella, se explican por un debilitamiento institucional profundo.
“Antes existía un ente rector enfocado en la política pública de rehabilitación social. Pero cuando se divide esta función, se pierden las misiones estructurales para abordar el sistema”, explica.
Ese debilitamiento permitió que las cárceles pasaran de ser “escuelas del crimen” a operadores directos del crimen organizado. “
Entre 2022 y 2023 las prisiones comenzaron a tener control criminal interno; pero en 2024 eso se extendió hacia las calles. Hoy existe una gobernanza criminal que domina territorios urbanos, economías informales y delitos como extorsión, secuestro y vacunas”, advierte Herrera.
Una nueva cárcel sin modelo de gestión
La Cárcel del Encuentro, inaugurada sin estar completamente terminada, fue presentada por el Gobierno como la solución a la crisis. Pero para Herrera, su apertura carece de planificación técnica y vulnera estándares internacionales como las Reglas Mandela, que exigen infraestructura adecuada, acceso a servicios básicos, clasificación de PPL y condiciones dignas.
El traslado de reclusos, además, plantea interrogantes sobre el debido proceso y los derechos humanos:
“Debe existir un informe de inteligencia penitenciaria que justifique la necesidad del traslado. No se puede mover personas sin un protocolo, sin verificar si realmente pertenecen al perfil de alta peligrosidad ni sin avisar a las familias o abogados”.
La experta advierte que, aunque inicialmente la Policía y las Fuerzas Armadas custodien el nuevo centro, no pueden permanecer ahí de forma indefinida. El reto será quién controle luego el recinto.
Masacres
Mientras tanto, la violencia se ha recrudecido. En Machala, Esmeraldas y otras provincias, recientes enfrentamientos dentro de las cárceles han dejado decenas de muertos. Herrera apunta a una causa estructural: la falta de clasificación de las personas privadas de libertad.
“En Machala están mezcladas personas inocentes esperando sentencia con asesinos y violadores. No existe una ficha individualizada ni se conoce el perfil real de cada PPL. Así se crean bombas de tiempo”, advierte.
Esa falta de control y de información genera una falsa narrativa sobre las masacres.
“Cuando se dice que murieron 30 supuestos miembros de una banda, no hay certeza de eso. El Estado no sabe realmente quién está dentro de sus cárceles”, enfatiza.
Populismo de la seguridad
Para Herrera, la actual política penitenciaria ecuatoriana responde más a la coyuntura electoral que a una estrategia de Estado. “El populismo punitivo usa la fuerza y la comunicación para mostrar control, pero no hay acciones reales detrás”, afirma.
“Se proyectan imágenes de orden, pero no se está aplicando una política de rehabilitación social. Es populismo de seguritización”, sentencia.
La especialista recuerda que el verdadero objetivo de un sistema penitenciario es romper el ciclo delictivo y garantizar la reinserción social. Sin embargo, en Ecuador persisten las condiciones que alimentan el crimen: falta de rehabilitación, corrupción interna y vínculos entre actores estatales y criminales.
“Hay una alianza entre ciertos actores privados o estatales y los grupos delictivos, que les ayudan a financiarse o lavar dinero. Esa es la raíz del problema”, advierte.
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