
Villavicencio es el camaleón de la política y portavoz del Gobierno, hoy quiere muerte cruzada, pero no es cuestión de cálculos, aquí no se ha configurado ninguna causal, agregó Serrano.
Alfredo Serrano, presidente del Partido Social Cristiano, reconoció que el haber salvado al presidente de la República, Guillermo Lasso, del proceso de destitución en junio de 2022, tuvo el costo político de perder Guayaquil en estas elecciones seccionales.
“Nunca pensamos que el costo sería perder Guayaquil, pero esos son los avatares de la vida, así son las contiendas políticas”.
Así, enfatizó en que si bien Guayaquil era un bastión del PSC, eso no significa que la organización política se quedó sepultada. Alcanzó 35 alcaldías y 4 prefecturas, lo que les coloca como la segunda fuerza más votada en el Ecuador: “Está latente en las cuatro regiones del país”.
Considera también que otro de los factores que le cobró factura fue la traición de Lasso a su llegada al poder aunque aclaró que el PSC no lo apoyó como tal en el proceso electoral de 2021, sino que el objetivo era evitar que el correísmo vuelva a gobernar.
“Pero este Gobierno ha demostrado ineptitud”.
Ante el llamado al diálogo del régimen, puntualizó que el mandatario solo quiere distraer a los ecuatorianos, pues es la enésima que convoca a un acuerdo nacional y terminan siendo meras declaraciones.
Sobre las coincidencias con la Revolución Ciudadana en la Asamblea Nacional, Serrano subrayó que esto se hace necesario por la atomización del Parlamento donde nadie tiene mayoría, por lo que se hace necesario dialogar: “Además ellos están ahí porque el pueblo les dio su confianza”.
Enfatizó que el PSC no apoyará un adelanto de elecciones y mucho menos la sugerencia del legislador Fernando Villavicencio de avocar a una muerte cruzada porque no existen las causales establecidas en la Constitución como crisis o conmoción interna.
En entrevista a FM Mundo, calificó al asambleísta como un camaleón de la política y portavoz del Gobierno, que ahora por cálculos cree que lo mejor es la muerte cruzada.
POR DIANA DAVILA
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